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Hace varios años mis propias experiencias vitales y decisiones, me llevaron a cuestionar mi rol como mujer. En una sociedad donde el sistema patriarcal y los roles de género que nos enseñan nuestras familias y escuelas desde pequeñas, nos empujan muchas veces a renunciar a nuestros propios objetivos profesionales y deseos personales; o a “aguantar” ciertas situaciones que sobrepasan nuestros límites y nos hacen sufrir. Por este motivo, las lecturas sobre feminismo empezaron a despertar mi interés y a llenar mi biblioteca. Desde el primer momento que empecé a leer diferentes autoras feministas “mis gafas moradas” se activaron y no pude volver atrás. 

 

Cuando empecé a ver el mundo y la sociedad en la que habito desde la perspectiva de género, entendí muchas de las contradicciones que sentía como mujer educada en una sociedad conservadora. Entendí que los roles de género tradicionales son bastantes rígidos y están causando diversos problemas y desencuentros, especialmente en las relaciones sexo afectivas entre hombres y mujeres. Entendí que, como madre de una niña y un niño, tengo la responsabilidad de posicionarme en cómo les quiero traspasar todos estos mandatos de género que permean de generación en generación, (la mayoría de las veces sin apenas cuestionarlos ni adaptarlos a las exigencias de la sociedad actual), ya que el aprendizaje de los géneros parte de la observación y el ejemplo de los progenitores.

 

Por este motivo, decidí formarme en prevención de violencia de género e igualdad. Para dar amplitud a esta nueva forma de leer la vida, que me sigue enriqueciendo cada día y me hace más libre como mujer. Así como también, ha enriquecido mi labor terapéutica con mujeres y hombres que buscan ver otras perspectivas de sus problemas para generar nuevas soluciones más flexibles y adecuadas a sus realidades y contextos.